BOTONES

  • sábado, 9 de junio de 2007

    LA EFÍMERA PERLA DEL CALIFATO, MEDINA AZAHARA


    Poco a poco, gracias a nuestro blog y las ganas que tengo de poner cosas amenas y algo de historia, sobre todo de la época de la Invasión y La Reconquista, me voy ilustrando y sabiendo más sobre ella.

    Yo sabía que Medina Azahara, aparte de un grupo musical, había sido una ciudad cercana a Córdoba, pero no sabía nada de su historia, si vosotros gustáis, os pondré algo sobre esa bella pero poco afortunada ciudad mora.



    Vive el hombre donde vive su Sol. Así afirman los astrólogos, cuando trazando la geometría estelar de sus cartas explican que la conciencia está donde está el Sol. Que desde allí hace y ve la vida. Que anuda las fibras de la vida- las fibras del karma- con la luz que de su Sol irradia. Lo mismo el Estado. Como la tierra recibe la bendición del Sol, recibe el estado la bendición de su Rey. Difícil es comprender así la historia, ahora, donde sustituye el burócrata que administra al rey que gobierna. Pero no en la Edad Media, tanto para los cristianos en que el rey es uncido por la gracia de Dios, Rey del Mundo. Como para los musulmanes, donde el "príncipe de los creyentes" debe forjar estados y hombres según las directrices de Alá. Las huellas que dejen estos en la historia serán las huellas del esfuerzo de gobernar en el nombre de Dios. Es Abderrahmán un ejemplo claro de esta visión, tan ecológica, de la vida y de la historia. Las grandes obras rememoran a los grandes reyes porque la sangre de Dios las habitó. Esta es la teoría histórica de Ibn Jaldún, y la Córdoba califal de Abderrahmán al Nasir responde a este modelo de ciudad, no fuera del tiempo, sino como barca de piedra que boga en las vicisitudes de este tiempo. Y no es este tiempo, en abstracto, la historia, sino la estela de esfuerzo, de victorias y de experiencias que deja tras de sí la nave de piedra que es el Estado. Para Ibn Jaldún las ciudades surgen del desafío de los hombres, que iluminados por una Idea, combaten las dificultades, externas e internas, que tratan de romper su unión. Así lo comprendió Abderrahmán, el victorioso, cuando hizo de Medina Zahara la flor blanca y pura de su reinado. Quería desafiar al tiempo. Y sólo puede desafiar al Tiempo aquello que vive fuera del tiempo. De lo bullicioso y caótico de una ciudad, hija del tiempo, Medina Ajerquía, Córdoba, quiso que surgiese, sujeta por el cordón umbilical que unía a ambos, otra ciudad, ordenada y perfecta, que pareciera señora, y no esclava del tiempo, un loto blanco. Trazó sus muros y divisiones con la geometría áurea del doble cuadrado. La ofrendó, según unos a su amada, según otros a Venus, diosa del Amor, cuya imagen en piedra recibía amable en la puerta principal de la ciudad. De ella el azul celeste y el rosa de sus más de cuatro mil columnas, colores de la diosa de la belleza, nacida de la espuma del mar. Columnas de mármol extraída de la Sierra de Córdoba y de Cabra, arrancadas de sus entrañas, como una ofrenda de su reino subterráneo.
    Y no quiso que su ciudad se asentase en los vaivenes del terreno, imagen de las vicisitudes de la fortuna. Sino que cavó -tarea sin precedentes en al- Andalus- la tierra hasta dejarla llana y sumisa; estable cimiento de la que quería fuese la más estable ciudad. Lenguas maledicentes y corazones ociosos afirmarán, quizás, que fue trabajo vano. Menos de un siglo duró su ciudad. Pero seguro no pensarán así los místicos sufíes, de mirada espiritual más certera y penetrante. Para ellos, todo lo que se convierte en vivo espejo de la luz de Dios vivirá por siempre. Sea por su grandeza, por su bondad o belleza, justicia...( Recordar los 99 Nombres de Dios), llevan ya el sello de Dios. Y no podrá el tiempo devorar aquello que lleva el sello de Dios. Vivirá ad aeternam en un mundo siempre nuevo, siempre el mismo, cuyas imágenes "no proyectan sombra sobre la tierra" . Quizás, tensa el alma, nos sea lícito ver "noble su afán, que al cielo alcanza".

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